Colaboración público-privada
El impacto económico de la America's Cup de Barcelona se cifra en mil millones de euros, además de en la creación de 19.000 puestos de trabajo. Y todo esto con una inversión mínima por parte de la Autoridad Portuaria de Barcelona (APB). Este es el secreto del éxito.

El modelo de éxito público-privado de la America's Cup de Barcelona
Para conseguir ser sede de la America’s Cup, igual que en otros grandes eventos deportivos, es necesario asegurar dos elementos esenciales: por un lado, disponer de exigentes infraestructuras (en este caso portuarias) y, por otro, cubrir el riesgo del coste de la organización del evento.
Barcelona fue capaz de formular una oferta con éxito que respondía a estos dos puntos de partida, y lo hizo de manera diferente a las ciudades que la han precedido en la organización de la Copa América de vela.
Que un puerto disponga de la infraestructura necesaria para alojar a los seis equipos que participarán es prácticamente imposible. Bien porque esta infraestructura no existe o bien porque, aunque exista, se realizan otras actividades en ella. Por eso, muchas veces la propuesta de ciudades sede es la de construir costosas infraestructuras, vinculadas a complejas transformaciones urbanísticas no siempre necesarias.
Ante esta realidad, las administraciones públicas son reticentes a dar luz verde a esta arriesgada transformación, sobre todo en una sociedad que cada vez exige un mayor análisis del coste-beneficio de un evento de estas características.
Barcelona y el Port lo han hecho de manera diferente
De entrada, el Port solo tenía espacio para un solo equipo. Los otros cinco se obtuvieron con la colaboración y complicidad entre el Port y sus operadores privados. Ellos posibilitaron alojar en sus propias instalaciones a cuatro equipos más en unos espacios que, una vez concluida la America’s Cup, se recuperaron para su actividad habitual. Para la sexta y última base, se tuvo que acelerar el proceso de traslado de parte de la actividad comercial portuaria hacia el sur.
La colaboración entre el sector público, que lidera, planifica y gestiona, y el sector privado, con empresas que asumieron como propia la capacidad de hacer posible el evento, fue la clave para presentar la oferta inicial y para permitir la ubicación muy bien distribuida a lo largo y ancho del Port Vell.
Por otro lado, la designación de Barcelona como sede obligó a acelerar un conjunto de inversiones pendientes.
En cuanto a la asunción de compromisos económicos, Barcelona también fue diferente. Las aportaciones públicas fueron complementadas por avales de un conjunto de personas físicas que, con su dinero, procedieron a garantizar económicamente la celebración del evento. La mayoría de estas personas no obtuvieron ningún beneficio directo, pero se sintieron comprometidas con el interés general.
La comunión entre las administraciones, la gestión prudente de los recursos públicos, plasmada fundamentalmente en la no ejecución de nuevas infraestructuras, y el reparto de riesgos y cargas entre diferentes sectores, son los elementos que definieron la 37ª edición de la America’s Cup y marcaron un modelo para el futuro mucho más colaborativo y eficiente.